Experiencias inolvidables

El sol de medianoche en Finlandia

Hacía mucho tiempo que nos rondaba la idea de recorrer alguno de los países escandinavos en coche, y finalmente fue en verano de 2011 cuando escogimos una fecha y un país: finales de junio en Finlandia. Queríamos contemplar el sol de medianoche en el círculo polar ártico y queríamos hacerlo precisamente en la noche más corta del año, la noche de San Juan. Aunque el término noche no sea el más apropiado para definir en esos países la franja horaria que solemos destinar a dormir. Y así fue como partimos en busca de esa imagen, ese sol y ese desajuste horario, en una ruta de una semana en la que recorreríamos toda Finlandia, de sur a norte, de oeste a este.

Ignasi Calvo

Ignasi Calvo es Músico y diseñador web a partes iguales. Nacido en Barcelona el 1982, es titulado en técnico de sonido y trabaja como freelance desarrollando proyectos web. Otra de sus grandes pasiones es viajar, contando con numerosos kilómetros en sus espaldas.

El sureste de Finlandia

El periplo empezó en el aeropuerto de Helsinki, donde teníamos alquilado un coche para cinco personas con sus respectivas maletas. Afortunadamente era uno cómodo y espacioso. Lo primero que me sorprendió de Finlandia era lo vacía que estaba. Saliendo del aeropuerto hacia el oeste, hacia la costa, circulamos por una autovía de tres carriles en la que apenas había tráfico. Esa sería la tónica general de nuestro viaje: grandes espacios y poca gente. Nuestro destino para esta noche era Turku, una localidad situada a unos 170 kilómetros al oeste de Helsinki, donde llegamos sobre las diez de la noche (¿tarde?) tras salir de la autovía y circular por carreteras. Tras conseguir localizar el hotel, nos instalamos y fuimos a dar una vuelta por Turku, a eso de las once y media de la… llamémosle noche. Pese a que la luz había cesado en intensidad, el cielo era azul. No fue hasta las dos de la madrugada en la que se hizo verdaderamente de noche, por apenas unas dos horas, ya que a las cuatro de la madrugada el sol volvía a aparecer y nos recordaba que las cortinas debían estar bien selladas para dormir.

Tras almorzar, retomamos la ruta hacia nuestro siguiente destino: Tampere, una ciudad situada en medio de Finlandia. Antes nos desviaríamos hacia Pori, una de las localidades más antiguas de Finlandia, inaugurada allá  por 1560, y que conservaba aún bastante intacta la ordenación urbanística de entonces, así como muchas de sus construcciones de madera. Pero en Finlandia el tiempo no perdona, y la lluvia apreció nada más aparcar el coche en Pori e iniciar el paseo. Nos refugiamos en un restaurante a comer y a esperar que amainara la lluvia, cosa que no sucedió una vez decidimos salir de nuevo afuera. La lluvia, la ausencia de gente y el frío convertían la escena en una imagen un tanto desoladora, así que decidimos partir de nuevo hacia el camping de nuestro destino, al que llegamos al atardecer. Estaba situado en una zona de lagos, uno de los miles de lagos que inundan Finlandia.

Carelia y los 1.000 lagos

Tenía auténticas ganas de encarar la siguiente parte de la ruta, que nos llevaría a la región de Carelia, en el sureste del país y limítrofe con Rusia. Guardo un grato recuerdo de Rusia desde que la visitamos realizando el Mongol Rally, y además siento especial curiosidad por esa zona del país, la parte este de la península escandinava. Empezar a ver carteles en cirilico a medida que nos acercábamos a Lappeenranta me hizo recordar aquél viaje. Y si ya era complicado entender algo en finés, imaginaros en ruso. Pero ahí está en parte la esencia de este tipo de viajes: buscarse la vida. Y bien que nos la buscamos, ya que acabamos en el camping acordado sin retraso y a la hora. Estaríamos dos noches aquí, porque queríamos hacer ruta por la zona de los lagos. De nuevo nos encontrábamos en los bungalows de un camping  rodeado por ellos. No es necesario ir a una región concreta para encontrar paisajes lacustres increíbles en Finlandia, de hecho. Simplemente andando unos cientos de metros desde tu tienda o bungalow en cualquier camping aparecen ante ti paisajes increíbles con el agua como protagonista.

La región de los lagos nos sorprendió gratamente con paisajes cristalinos, verdes, repletos de vida y agua. Visitamos la forzaleza de Savonlinna, una de las más importantes de Carelia. Esta zona ha sido históricamente escenario de duras batallas entre rusos y fineses, y las fronteras han sido dibujadas varias veces a lo largo de los años. Esta ciudad en concreto ha sido escenario de bombardeos ya desde el 1.700 hasta prácticamente la historia reciente, en época soviética. Hoy en día es una pacífica ciudad en medio del lago Saimaa donde se respira tranquilidad.

 

Rumbo al norte…

La siguiente parte del viaje nos llevaría directamente hasta el circulo polar ártico, en la localidad de Rovaniemi. Habíamos hecho coincidir las fechas con la idea de llegar a Rovaniemi la noche del 23 al 24, el solsticio de verano. Qué mejor lugar para celebrarlo que en el lugar donde el sol nunca se pone ese día. Así que carretera y manta. Toda la mañana circulando por larguísimas carreteras prácticamente rectas rodeadas de taiga por ambos lados. Pero a medida que subíamos hacia el norte, la vegetación fue cambiando, notándose sobretodo en la altura y densidad de los árboles: éstos se tornaron más pequeños y los bosques menos espesos. Además, empezamos a ver fauna autóctona, y algún reno cruzó ante nosotros.

Llegamos al mediodía a Oulu, una  ciudad costera que me sorprendió por su bullicio y vida. Finlandia, en general, es un país solitario, pero en Oulu había mucha gente, buen tiempo y mejor ambiente. Luego nos enteramos que es una de las principales ciudades universitarias del país, y eso dejaba una huella evidente en el carácter de la ciudad. Pese a que nos sedujo, debíamos seguir, así que retomamos el coche y llegamos a Rovaniemi a media tarde. Nos instalamos en el hotel, nos duchamos, nos preparamos para celebrar el solsticio de verano y salimos a la calle.

… ¿o rumbo al sur?

La siguiente fotografía puede definir un poco cuál fue la imagen que nos mostró Rovaniemi el día en que se suponía que se celebraba la noche más corta del año y el día en que el sol no bajaba de la línea del horizonte.

Ante nuestra sorpresa, decidimos preguntar en el hotel si era normal que la ciudad estuviese vacía como si hubieran ordenado una evacuación. Sorpresa que fue en aumento cuando nos confirmó lo peor: la mayoría de gente va a pasar esta celebración al sur, a Helsinki o a la zona de los lagos (de donde veníamos), y Rovaniemi suele vaciarse en San Juan.

Pero eso no iba a impedir que celebrásemos nuestra verbena particular, así que empezamos la fiesta bien pronto y, ante la imposibilidad de ver el sol de medianoche debido al mal tiempo, fuimos de bar en bar y de local en local para experimentar la extraña sensación de entrar en una discoteca a la una de la madrugada con el sol bien visible; o experimentar el tomarse una copa en una terraza a las tres de la madrugada proyectando sombra. Unas fotos, unas risas y a dormir porque al día siguiente tocaba visitar a Papá Noel.

El círculo polar ártico

La casa de Papá Noel está a pocos kilómetros de Rovaniemi. Cuando llegamos al pequeño parque temático que hay al margen de la carretera justo en la línea del círculo polar ártico, la lluvia que caía con fuerza no nos dió tregua y nos obligó a saltar del coche a uno de los edificios, repleto de souvenirs. Era precisamente el edificio que albergaba al mismísimo Santa Claus, que nos esperaba al final de un largo recorrido ideado para los más pequeños, con escenarios fantásticos que hacen que la cola para fotografiarse con él sea más amena. Por fortuna para nosotros estábamos prácticamente solos por estas latitudes y pasamos directamente a su estancia. Un sonriente Papa Noel nos recibió en nuestra lengua materna. Nos tomaron la foto de rigor y de alguna manera nos la consiguieron vender. Tras la visita, aparecimos en una extensa tienda de regalos donde contribuimos como buenos guiris que somos a las arcas de Santa Claus.

Ahora sí, rumbo al sur: Helsinki

Visto el panorama, decidimos modificar nuestra hoja de ruta y nos dirigimos sin más dilación hacia el sur, concretamente a la capital, Helsinki, última parada de nuestra periplo por Finlandia. Ante nosotros se presenta un largo día de carreteras rectas, lluvia a ratos, sol a otros, miles de lagos y paisajes repetitivos. No me malinterpretéis: Finlandia es preciosa, pero uno se acaba acostumbrando a la monotonía de la recta de asfalto y la taiga. Ahora tenemos ya ganas de ciudad, y llegamos a Helsinki al atardecer, no sin algún que otro contratiempo con las reservas de los albergues debido a nuestro cambio de planes y la dificultad del idioma. Hemos recorrido casi 800 kilómetros de norte a sur en línea recta y de nuevo volemos a apreciar la tenue luz del suave anochecer de las latitudes más sureñas.

Según lo descrito, la marcha debería estar en Helsinki, pero resulta que nosotros vamos a contratiempo, porque la gente está ya de camino de vuelta a sus casas después de celebrar la verbena, según nos vuelven a informar. Nos encontramos con una ciudad en resaca de fiesta. Afortunadamente, es una ciudad y podemos salir a disfruta de la noche, esta vez con la oscuridad como protagonista. En un bar de un barrio no céntrico coincidimos con unos paisanos. Somos los únicos clientes del local a excepción de otras tres personas. Finlandia sigue transmitiéndonos esa sensación de vacío incluso en la capital.

Helsinki es una bonita ciudad de aires europeos, con calles limpias, ordenadas, y una línea de costa serpenteante y salpicada de islotes. En uno de ellos está la fortaleza de Suomenlinna, que visitamos durante una tarde. Para llegar a ella debemos tomar un ferry en el puerto que nos lleva directos a la isla, una de las más alejadas de la costa, aunque el trayecto no dura más de veinte minutos.

Construida allá por 1750 con la idea de servir de freno al imperialismo ruso, Soumenlinna es, de hecho, un pequeño pueblo fortificado situado sobre varias islas conectadas entre sí. Paseando por sus aleatorias calles podemos llegar a los diferentes lugares escondidos de este lugar: el astillero, las mazmorras, las torres, algunas dependencias escondidas, los cañones, las diferentes murallas.. Un auténtico conglomerado de infraestructuras que finalizan en la punta más al sur de la isla, puesto donde se concentran la mayoría de cañones y puestos de vigilancia que enfocan directamente al mar Báltico con el objetivo ya caduco de anular cualquier invasión marítima.

De vuelta a tierra firme, seguimos nuestra visita por la capital callejeando por el centro histórico, los parques, los distritos nuevos y los barrios periféricos de Helsinki. Es una ciudad pequeña, se puede recorrer a pié en relativo poco tiempo, y no está masificada. El poco tránsito y la poca gente convierten esta ciudad en un lugar ideal para poder pasear tranquilamente y finalizar nuestro viaje por Finlandia con buen sabor de boca. La última noche es nuestra y al día siguiente nos espera el avión que nos llevará de nuevo a casa. Nos despedimos de Finlandia prometiéndonos volverla a visitar. Eso sí, en su versión blanca: en pleno invierno.

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Comentarios

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  3. Comentario by AnaMaría - julio 30, 2012 08:19 am

    Por favor, si es posible me encantaría comunicarme contigo por alguna red social, o correo… estoy por haciendo planes para viajar a Finlandia y busco por tips o consejos que me sirvan para llegar a un país que no conozco ! Gracias

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    1. Comentario by ignasi - agosto 09, 2012 11:13 pm

      hola ana maria, puedes contactar conmigo en info (arR ob a) fromlosttotheriver punto org
      saludos!

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  4. Comentario by Las montañas azules de Australia - julio 05, 2013 01:00 pm

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