Experiencias míticas

Deafheaven: ¿el Black Metal como sonido de masas?

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No cuesta comprender por qué Deafheaven están cosechando un recibimiento entusiasta en la mayor parte de resúmenes del año de los círculos especializados. Los primeros acordes de ‘Dream House’, la canción que inicia el segundo larga duración del grupo de San Francisco, Sunbather (2013, Deathwish), encienden una hoguera luminosa y fervorosa que no se apaga, salvo notorios altibajos, hasta el final del disco. En la emoción desgarrada de ‘Dream House’ se mezclan patrones de distintos géneros que cuadran muy bien con temas y temáticas sonoras de fácil promoción popular: la angustia adolescente, la épica sentimental, la densidad ambiental del Shoegaze.

Deafheaven han logrado articular la fórmula exacta mediante la que el Black Metal pasa a ser un género de masas dejando de lado todas sus características fundamentales. Perviven las voces desgarradas y las baterías que, en teoría, estaban pensadas para machacar cráneos. Pero no mucho más. ¿Era esto el Black Metal Hipster que podía conquistar el mundo? Lo fuera o no, Deafheaven han logrado introducirse, a mitad de camino entre lo exótico y lo relevante, en boca de todo el mundo.

Estigmatizado durante dos décadas, el Black Metal ha pasado de ser de uno de los géneros Metal más extremos, endogámicos y recónditos a ubicarse a las puertas del firmamento mainstream. Su historia es bien conocida: a principios de los noventa, un grupo heterogéneo de jóvenes noruegos desarrollaron sus patrones sonoros y su mitología. Entre guitarras crudas, voces desesperadas y pasajes ambientales de cuarto de hora de duración, el Black Metal se vio salpimentado en sus inicios por asesinatos a homosexuales, quema indiscriminada de iglesias cristianas de la Edad Media y la propia violencia inherente a los protagonistas de la escena.

Al margen de cualquier otra consideración, Sunbather inspira todo lo contrario a lo anteriormente relatado. Su portada ni siquiera busca la poética inspiración blanca de Road To Judah (2011, Deathwish): embadurnada en colores pastel, parece digna de un grupo de Dream Pop mucho antes que uno de Black Metal. Pero he aquí la cuestión: ¿pueden ser definidos Deafheaven como un grupo de Black Metal?

Sunbather: del margen al centro

En realidad, poco. Hay ejemplos claros y significativos de un segundo esplendor del Black Metal que nos llevan a sonidos mucho menos relacionados con la amalgama de géneros propuesta por Deafheaven que ha conquistado las listas de medio planeta pop. Pensemos en los canadienses Gris, por ejemplo, los aclamados en el pasado Wolves In The Throne Room o Krallice, grupo habitualmente citado dentro de la etiqueta de signo despectivo Black Metal Hipster.

Resulta indudable que el Black Metal vive una segunda juventud, impulsado por un vanguardismo escasamente aventurado en sus orígenes y por grupos que, desde todos los puntos del planeta, acuden a sus brazos. Es cierto que el Black Metal nunca fue noruego en exclusividad —abarcaba un rango más Europeo, especialmente si nos remitimos a grupos primigenios en la materia que inspiraron posteriormente a Mayhem, Burzum o Ulver—, pero sí que su rango de actuación fue limitado. Hoy en día nada de eso existe: San Francisco se presenta como epicentro de la nueva escena.

Quizá el éxito de Deafheaven resida en su comprensión meridiana de los nuevos tiempos que oxigenan el mundo del pop. Podemos plantearnos la conveniencia artística o no del monogénero, pero la realidad es que mainstream y escenas underground comienzan a fusionarse de forma generalizada. Las listas de lo mejor del año este 2013 incluyen nuevas divas pensadas para las masas —el trío de hermanas HAIM, Lorde, ¿Miley Cyrus?, Chvrches, Sky Ferreira— que nadan entre las aguas de la coartada indie y el sonido puramente popular.

Entre ellas se intercalan nombres asociados de forma típica al underground cuya evolución cada día se acerca más al mainstream —Arcade Fire, ¿Daft Punk?, aunque ellos tomaron ese camino tiempo atrás— y una amalgama extraña de nuevas estrellas del Hip Hop norteamericano, de la electrónica vanguardista y, oh, sorpresa, del Black Metal de la segunda década del siglo XXI. O más concretamente: de Deafheaven.

Algunos de los resúmenes de las revistas más cotizadas en el mercado editorial/digital norteamericano sorprenden por su amplio rango de géneros, aunque, a decir verdad, pocos de ellos son arriesgados. La equidistancia domina el relato: si HAIM han logrado revelarse como la sensación del año es porque pisan un terreno ambivalente, entre dos aguas, o al menos así lo interpreta la Industria, del mismo modo que Deafheaven no son capaces de autodefinirse ni en una orilla ni en otra del espectro musical. No hay nada de vanguardista en ninguno de ellos.

Más bien, de oportunidad explotada de forma inteligente. Sunbather podría ser catalogado como Blackgaze —una variante del Black Metal inspirada por el Shoegaze de la que grupos como Alcest fueron pioneros años atrás— o como Post-rock. Es fácil asociar su sonido al del Shoegaze y dicha referencia puebla las críticas sobre Deafheaven. Y, al mismo tiempo, todo ello se conecta con la temática emocional adolescente y el Dream Pop, con el que Deafheaven coquetean peligrosamente obviando las incursiones más explícitas de otros compañeros de generación —el último disco de An Autumn For Crippled Children, por ejempo—.

Caminos separados

Desde su terreno, Sunbather ha sido un éxito porque ha sabido interpretar los designios de la Industria de forma excepcional. Algo parecido podemos decir de Chvrches, entre la infantilizada canción sintetizada de los ochenta y el espíritu sonoro independiente de los noventa, o de Arcade Fire, cuyo estupendo pedigrí underground les ha valido para cuajar un disco de clara vocación masiva, apelando al mainstream sin ningún reparo.

Todos ellos copan los puestos más relevantes en los resúmenes del año. Lo excepcional de Deafheaven es su apelación al monogénero desde un extremo del espectro musical: aunque tengan poco de Black Metal, cuentan con la suficiente coartada artística como para que las revistas y publicaciones digitales puedan presumir de diversidad sonora y apertura de miras hacia los márgenes del Metal. Este era el precio a pagar para introducirse en un mercado donde los géneros se difuminan cada vez más y las escenas se polarizan hacia la hiperespecialización y la masificación.

Naturalmente nada de esto afecta al Black Metal y a la muy digna e interesante generación de grupos que continúa edificando una pequeña y endogámica escena que trata de sobrevivir sobre sí misma. Ni al propio sonido de Deafheaven: si me preguntaran, diría que Sunbather es un disco estupendo, capacitado para transmitir sentimientos primarios como casi ningún otro trabajo de su rango este año —e incluso los pasados—. Hay quien rechaza Sunbather por ser un pastiche irregular demasiado blando. La idea de que el Black Metal aterrice en la conciencia popular o, peor aún, en los charts y en las listas del año es utópica en cualquier caso.

Deafheaven podrían ser la punta de lanza, acaso, de un Metal extremo con vocación universal, de un género que abarque múltiples escenarios sonoros y que se fundan en sonidos de rango popular —con reservas, claro, ninguna canción de Deafheaven es muy radiable—. Su explosión este 2013 sólo traza un camino diferente, también excitante, al que el Black Metal continuaba construyendo durante los últimos años. Conviven en separado, son cosas diferentes. ¿El Black Metal como sonido de masas? Nada más lejos de la realidad. La música de Deafheaven, en cambio, sí.

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