Experiencias míticas

Neil Armstrong, elegido para la gloria

Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins. Esos tres nombres resumen para el gran público todo el esfuerzo del programa Apolo, y especialmente lo hace Armstrong, que fue el encargado de descender el primero del módulo lunar Eagle y, por tanto, convertirse en el primer ser humano que pisaba la superficie de la Luna. “Este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”, fueron sus palabras cuando estaba a punto de dejar la famosa huella de su bota sobre el polvoriento suelo del satélite, y con esas palabras entró directamente en la Historia. Armstrong prácticamente encarnaba todos los ideales y lo que representaba haber hecho realidad aquella promesa del presidente Kennedy en 1961, en pleno inicio de la carrera espacial con los soviéticos (que ya habían puesto al primer hombre en el espacio, Yuri Gagarin), cuando aseguró que Estados Unidos llevaría astronautas a la Luna antes del final de la década.

Neil Armstrong, fallecido hace apenas unos días a la edad de 82 años, había sido piloto de la Marina entre 1949 y 1952 y, tres años más tarde, había empezado a trabajar como piloto de pruebas para lo que después sería la NASA. No formó parte de los siete integrantes originales del proyecto Mercury, el primer programa espacial tripulado de la agencia, pero sí entró en el cuerpo de astronautas en 1962, a punto para enrolarse en lo que sería el germen del programa Apolo; el Gemini. Liderado por el ingeniero alemán Wernher Von Braun (de pasado nazi y responsable del desarrollo de las bombas V-2), este programa empezaba a dar los primeros pasos para cristalizar esa promesa de Kennedy y, más importante aún, para derrotar a la URSS en esa gran “campaña” propagandística de la Guerra Fría que era la carrera espacial.

Las misiones Gemini no sólo servían para que los científicos comprendieran cómo respondía el cuerpo humano a las condiciones de ingravidez, sino que ayudaban a los diseñadores y los ingenieros a probar las técnicas que las futuras naves Apolo necesitarían para su viaje a la Luna. La misión de la que Armstrong fue comandante, la Gemini VIII, debía probar el atraque y unión en órbita de dos naves espaciales. Aquella misión estuvo a punto de fracasar cuando el mal funcionamiento de uno de los motores de su cápsula la llevó a girar como loca sobre sí misma, pero Armstrong logró retomar el control tras media hora de pelea con los impulsores. En aquella misión dejó muestras de su sangre fría y su autocontrol, que le serían de gran ayuda en 1969, cuando fue asignado como comandante al Apolo XI, la misión que, después de dos vuelos tripulados alrededor del satélite, debía aterrizar en él si no querían que se les adelantaran los soviéticos.

Ya es célebre el movido aterrizaje del módulo lunar que tuvieron que controlar tanto Armstrong como Buzz Aldrin. El ordenador del módulo (muy básico y primitivo en comparación simplemente con los procesadores de cualquier portátil actual) recibía demasiada información y se saturó, lanzando todo tipo de alarmas lumínicas y sonoras durante el descenso. Armstrong lo dirigió prácticamente de forma manual, teniendo que controlar también el gasto de combustible y vigilando que no alunizaban sobre una zona llena de rocas. Su llegada fue retransmitida por televisión, en directo, a gran parte del planeta, y además de asestar el golpe de gracia al programa tripulado lunar soviético (que había sufrido varios graves accidentes), acercó el espacio e inspiró a multitud de jóvenes, del mismo modo que la misión de las sondas Voyager lo haría con una nueva generación casi una década después.

Armstrong no volvió a volar más después del Apolo XI, y no le gustaba demasiado colgarse ningún tipo de medallas por aquello. En 2001, él mismo aseguraba que “cuando tienes cientos de miles de personas haciendo todas su trabajo un poco mejor de lo que deberían, tienes una mejora en el rendimiento. Y es la única razón por la que conseguimos hacer todo esto”. Su compañero Aldrin fue, quizás, uno de los que mejor resumió el sentir de toda la familia astronáutica tras su muerte al afirmar que “siempre que miro a la Luna me recuerda ese momento, hace cuatro décadas, cuando me di cuenta de que, aunque estábamos lo más lejos de la Tierra de lo que habían estado nunca dos seres humanos, no estábamos solos”.

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Comentarios

  1. Comentario by ¡No la pifies Shepard! - septiembre 02, 2012 01:51 pm

    [...] la Leucemia el 21 de julio de 1998, 29 años después del primer aterrizaje lunar protagonizado por Neil Armstrong. Os recomiendo que veáis la película Elegidos para la gloria (The right Stuff, 1979) porque es [...]

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  2. Comentario by Chuck Yeager, el primer hombre en rebasar la barrera del sonido - octubre 15, 2012 09:29 am

    [...] Chuck Yeager había rebasado la barrera del sonido alcanzando el Mach 1,2 y era el primer ser humano en poder contarlo. Aunque como se trataba de un avance tecnológico ligado al esfuerzo bélico no se pudo hacer público este logro hasta un tiempo después. Yeager permaneció unos años más como piloto de pruebas, llegando a alcanzar el Mach 2,44 en 1953. Incluso participó en la Guerra de Corea como piloto en activo. Años más tarde también participó en el equipo que preparó a los astronautas norteamericanos de los proyectos Mercury, Gemini y Apollo. [...]

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  3. Comentario by Chuck Yeager, el primer hombre en rebasar la barrera del sonido : CarWarez - octubre 22, 2012 12:18 am

    [...] Chuck Yeager había rebasado la barrera del sonido alcanzando el Mach 1,2 y era el primer ser humano en poder contarlo. Aunque como se trataba de un avance tecnológico ligado al esfuerzo bélico no se pudo hacer público este logro hasta un tiempo después. Yeager permaneció unos años más como piloto de pruebas, llegando a alcanzar el Mach 2,44 en 1953. Incluso participó en la Guerra de Corea como piloto en activo. Años más tarde también participó en el equipo que preparó a los astronautas norteamericanos de los proyectos Mercury, Gemini y Apollo. [...]

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