Experiencias extremas

Leyendo un montón de mierda: Hemingway contra Faulkner

Las enemistades entre escritores son tan frecuentes acaso porque un escritor famoso, al igual que un actor o un artista de cualquier tipo, tiene un ego más grande que una casa. Pero en el caso de los escritores, las enemistades tienen más enjundia porque no se emplean los puños o los exabruptos de bar, sino la afilada pluma.

Célebres son los combates dialécticos entre Góngora y Quevedo, Shaw y Chesterton, Vargas Llosa y García Márquez o Norman Mailer y Gore Vidal. Sin embargo, uno de los enfrentamientos más brutos posiblemente sea el disputado entre Ernest Hemingway y William Faulkner.

El otro día os hablaba de la afición de Hemingway por el alcohol, lo cual tal vez propició su enfrentamiento con el otro premio Nobel Faulkner, aunque la batalla nunca fue en persona, sino a través de artículos y declaraciones públicas.

Una de las perlas que Hemingway le dedicó a Faulker fue: para encontrar una pepita de oro en las obras de Faulkner hay que leerse primero un montón de mierda. Hacia su novela La fábula, tampoco tenía buenas palabras: a juicio de Hemingway estaba llena de falsa religiosidad; y era únicamente mierda impura y diluida.

Faulkner tampoco se arredró, y en cierta ocasión declaró que Hemingway jamás había empleado ni una sola oración que pudiera hacer que el lector tuviera necesidad de recurrir al diccionario (lo cual era bastante cierto, dada la lisura estilística del borrachuzo de Hemingway).

Con todo, lejos de acerbas disputas sobre quién escribía mejor (o quién tenía la pluma más larga), lo cierto es que Hemingway y Faulkner eran hermanos, al menos en el sentido literario, pues formaban parte de la llamada Generación Perdida, el puñado de escritores estadounidenses que residieron en París y en otras ciudades europeas en el periodo que va desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta la Gran Depresión. Hemingway y Faulkner se odiaban, pero tal vez ese odio nacía del roce, un roce que también compartieron con John Dos Passos, Ezra Pound, Erskine Caldwell, John Steinbeck y Francis Scott Fitzgerald. Hermanos todos ellos en el pesimismo, la inutilidad de la guerra, el jazz, la depresión económica y la crítica feroz a la sociedad norteamericana.

Hemingway escribía sencillo (aunque su texto estaba muy trabajado: había reescrito “39 veces” el final de Adiós a las armas, tal y como confesó en una entrevista), y Faulkner, a juicio de Hemingway, escribía demasiada paja, pero ambos, en puridad, escribían sobre lo mismo; y cada uno a su manera, estaban hermanados en el sentimiento y la genialidad.

Vía | Los 47 finales de Hemingway y los 14 colores de Faulkner | neorrabioso
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Comentarios

  1. Comentario by La presuntuosa barba rusa - junio 24, 2013 10:56 am

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  2. Comentario by Villon, el poeta maldito por antonomasia - julio 03, 2013 12:00 pm

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