Experiencias míticas

Un cadáver flotando en la piscina

Hace ya algunos años que los torneos de verano aparecieron flotando en la piscina, muertos. Tardamos un tiempo en saltar a recoger el cadáver. Después de todo, el cuerpo, aunque flotaba bastante exhaustamente, boca abajo, no renunciaba del todo a cierto estilo deportivo. Fuera, hicimos como cuando no tienes muchas ganas de coincidir con la muerte, y alegamos que creíamos que el tipo, vagamente bromista, estaba haciéndose el dormido en el agua. Es una práctica habitual en las piscinas españolas. Nunca falta un fulano tremendista en un evento así, deseoso de protagonismo. En algunos sitios todavía le llaman «notas». Naturalmente, ni siquiera bajamos el volumen de la música y continuamos con la fiesta, a lo nuestro. La experiencia vale precisamente para no tener que levantarte de la toalla, entrar en casa y apagar el hilo musical tontamente. Distinguimos una falsa alarma cuando la vemos.

Algunos, como también es común cuando hay piscina en la casa de la fiesta, hicieron pis desde el trampolín. Cosas que pasan, en fin, y que tiene que ver con la edad, con cualquier edad. El cuerpo tiró un tiempo más flotando en el agua. Parecía que en cualquier momento reaccionaría y sacaría la cabeza para pedir un albornoz, o un bloody mary. Pero un día se acabó la fiesta y nos fuimos a nuestra casa, haciendo eses, como otras veces. A la mañana del día siguiente, bochornosa y nublada, como el día de tu entierro, se pasó por el chalé el encargado de mantenimiento. Flipó. Había de todo en la piscina, dijo a la policía. Botellas, sillas, sándwiches, un par de libros, condones, un sofá de tres plazas, el equipo de música, bikinis. Incluso heces. Y claro, un tipo muerto, a la deriva. Se lanzó al agua y lo sacó. En general, precisó en su declaración, estaba bastante muerto, como si fuese el Teresa Herrera o el Ramón de Carranza.

Los torneos de verano, como los conocimos alguna vez, ya no existen. Me temo que ni siquiera existe Claudia Cardinale como la conocimos un día, dentro de una bañera, cubierta de espuma. Entonces, los grandes equipos acudían a los torneos para hacerse con el trofeo desesperadamente y, de paso, restituir la atmósfera futbolística, que se había apagado durante julio y agosto. Eso ya no es necesario. La atmósfera futbolística es perpetua e irrespirable. No hay otra. Nunca se apaga. En cuanto al trofeo, quién coño quiere obtener un trozo de metal, que muchas veces ni siquiera es de plata, y no puedes fundir, para su posterior venta, cuando tienes pasajes de primera a Los Ángeles, o un Audi A-8, o un palco VIP reservado en algún local de moda, donde preparan unos cócteles de la hostia.

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Comentarios

  1. Comentario by Alvarez Puga - agosto 16, 2013 03:57 pm

    Una verdadera lastima. Buena nota.

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