Empiezo a pensar que mi coordinador Natxo se divierte de lo lindo cuando me encarga textos sobre directores que no son santos de mi devoción. Lo imagino riéndose a carcajada limpia cuando me envía los encargos del mes, pero como no hay nada que me mate yo acepto sin problemas. En el caso que hoy nos ocupa hablamos de dos hermanos que precisamente han estrenado hace poco su última película entre nosotros, ‘A propósito de Llewyn Davis’ (‘Inside Llewyn Davis’, 2012), la cual está recibiendo muy buenas críticas —qué raaaaro— y que aún no he tenido oportunidad de bajar, perdón, visionar. Es por eso que hoy repasamos la carrera cinematográfica de los hermanos Coen. Joel y Ethan para los amigos.

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Unos lo consideran un absoluto genio y otros un simple charlatán, pero todos estamos de acuerdo en que Lars von Trier es un provocador nato. El primer volumen de su último trabajo, ‘Nymphomaniac’, un ambicioso repaso a la sexualidad de la mujer desde la niñez hasta la madurez, con abundante sexo explícito, llegó a los cines el pasado 25 de diciembre. En Navidad. No había mejor fecha. Mientras esperamos con impaciencia el estreno de la otra mitad, que promete ir más lejos, resulta inevitable pensar en otras películas que han buscado excitarnos y escandalizarnos al mismo tiempo.

No son pocas. Aparte de para vender entradas, los cineastas han recurrido al sexo de muy diversas maneras para intentar divertir, estimular, inquietar e impactar al espectador. A veces con resultados negativos. Y cada uno es un mundo, con sus experiencias y fantasías propias, pero hay imágenes que en mayor o menor medida nos alteran a todos. Aquí van diez escenas perturbadoras e inolvidables que nos ha dejado el séptimo arte. Leer más…

The man from Earth (2007), la obra de Richard Shenkman basada en un relato de Jerome Bixby, ha sido una de las películas de ciencia ficción más comentadas de los últimos años. Probablemente, parte del motivo que ha generado este debate es que la obra queda muy lejos de lo que podríamos considerar los estándares formales del género.

No hay en esta obra rastro de los escenarios contrastados y tintados en verde de otras obras de cifi contemporánea como Dark City (Alex Proyas, 1998) o su remake (já) The Matrix (Wachowski, 1999). No hay extraterrestres, ni fenómenos paranormales, ni conspiraciones secretas ni bioterrorismo, así que adiós a The X Files (Carter, 1993) y a Fringe (Abrams, 2008). De hecho, The man from Earth tiene un tono mucho más teatral que casi cualquier obra de ciencia ficción desde que el género se reinventara un poco en términos audiovisuales con The Twilight Zone (Serling, 1959). Las razones para que esto sea así son muy diferentes, y en realidad no podemos estar seguros de cuáles de ellas tienen que ver con el relato del fallecido Bixby que da origen a la película y cuáles a la pericia (o ausencia de la misma) que muestra Schenkman tras la cámara. Leer más…

En la película rusa The Ascent (Larisa Shepitko, 1977) podemos asistir a una especie de refundación del expresionismo; tal vez fuera mejor decir que es un viaje hacia la cara oculta del expresionismo, que en este caso no es la que está en penumbra sino la quemada por el sol, como en aquella película de Mikhalkov (y sus dos posteriores y horribles secuelas). Leer más…

Cuando faltan sólo horas para que el 2013 se despida y dé paso a un 2014, que a saber qué nos deparará, queremos cerrar este año que tan limitadas alegrías ha dado a los espectadores con un vistazo más o menos intensivo a lo que los próximos doce meses nos van a ofrecer en una gran pantalla que volverá a llenarse de propuestas de todo tipo y que, al menos a priori, parece decidida a superar lo que hemos podido visionar en los últimos 365 días. Así que, sin más, demos paso a lo que el séptimo arte comenzará a presentarnos…pasado mañana —por cierto, los enlaces os llevarán a los diferentes tráilers de los títulos citados que ya están disponibles en la red. Leer más…

Aún recuerdo aquel padre que con su hijo se me acercaba a la puerta del cine en el que trabajaba y me preguntaba si la película tenía escenas sexuales. Ante la negativa compró dos entradas y se metió con su hijo a ver una película que ya no recuerdo pero que estaba llena de violencia. Un padre preocupado porque su hijo no viera sexo pero ni se inmutaba si aquél presenciaba violencia encarnizada y gratuita. Cosas de la educación, y del tema universal sobre el que más planea lo tabú o prohibido. Nunca he entendido —o sí, y el hecho en sí ya me entristece— a esa gente que al hablar de sexo, de lo que venimos absolutamente todos en este mundo, poseen una cantidad casi infinita de prejuicios. El cine a veces tiene la culpa.

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El reciente estreno de la nueva versión de ‘Carrie’, con la “lolita” Chloë Grace Moretz en la piel del turbador personaje que siempre recordaremos con el rostro de Sissy Spacek, nos obliga a reevaluar una de las fórmulas más habituales de Hollywood: el remake.

En sentido estricto, ‘Carrie’ (Kimberly Peirce, 2013) no es un remake, es una readaptación de la novela de Stephen King, pero como sin duda habréis notado, este tecnicismo suele ser empleado por los encargados de promocionar las películas para justificar que se le vuelva a presentar al público una historia que ya se le ha contado antes. Y cobrarle por ello, otra vez. “No es la misma película, es otra lectura de la misma historia, con escenas muy parecidas, similares diálogos… pero no es un remake”. A menudo sabemos que nos están engañando pero probamos suerte de todos modos.

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El pasado viernes Joss Whedon estrenaba en nuestras pantallas una nueva y original puesta en escena de ‘Mucho ruido y pocas nueces’ (‘Much Ado About Nothing’, 2013), una obra que hace casi veinte años suponía uno de los puntos álgidos en la filmografía de Kenneth Branagh y que demuestra, entre otras cosas, que Mr. Shakespeare tenía que ser un cachondo de cuidado. Sólo a un tipo con un sentido del humor muy singular —y por singular habría que entender cínico y cáustico— se le podrían ocurrir los chispeantes diálogos que durante el transcurso de la trama intercambian Beatriz y Benedicto, por no hablar de aquellos que pone en boca del alguacil —ese alocado personaje que interpretaba Michael Keaton en la cinta de Branagh. Leer más…

La fascinación por el efecto del viento sobre un rollo de película (o sobre el montón de células fotovoltaicas de un CCD) es casi tan viejo como el propio cine. Quizá tiene mucho que ver con buscar los propios límites de la imagen en movimiento como imagen-tiempo (en la definición de Deleuze); la búsqueda del límite, en este caso, se une –en una divertida paradoja- con la indagación de aquello que es más específicamente propio del cine: por más evocadores y bellos que puedan ser los paisajes de Friedrich o de Turner –por ejemplo- pero será imposible que veamos en ellos al viento moviendo la hojarasca.
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Las barbas vuelven a estar de moda, es un hecho. No sé si alguna vez lo estuvieron de verdad, pero las mismas no solían formar parte de la tan promocionada belleza standard por revistas y revistas que lo único que conseguían era que te sintieses feo. Servidor debe reconocer que hace mucho, mucho tiempo, cuando era un crío con 26 años se la dejó larga y frondosa respondiendo a las exigentes demandas de una mujer de lo más curiosa.

No afeitarme durante dos años más que lo justito para conservar aquellos pelajos en mi cara fue una de las más grandes comodidades de mi existencia, y recordando ahora aquellos años me dispongo a hacer un recuento de los actores del cine que lucieron en ocasiones una de esas frondosas barbas sin que su sex appeal o morbo se redujese lo más mínimo, en algunos casos incluso crecía, y es que el aspecto desaliñado perfectamente calculado tiene un innegable atractivo.

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