Sí, es uno de los autores más universales de Francia. Sí, es el autor de la conmovedora obra Los miserables, que recientemente tuvo una galardonada adaptación cinematográfica protagonizada por Hugh Jackman (sí, Lobezno cantando) y Anne Hathaway (Catwoman cortándose el pelo… y también cantando).

Sin embargo, Victor Hugo es algo más. Ya sabíamos de sus pequeñas obsesiones sexuales, pero a la hora de ponerse a trabajar, de echar callo escribiendo, Hugo se lo tomaba tan en serio que ni siquiera se permitía perder el tiempo escogiendo ropa de su armario: escribía totalmente desnudo, en pelota picada, durante interminables horas. Como un nudista de las letras. Esta condición, además, le obligaba a trabajar, porque salir desnudo a la calle tampoco era una buena idea.

Además de estar denudo y encerrado en su habitación, trabajando frenéticamente, también descuidada su higiene personal, así que también apestaba. Si tenía frío, sencillamente cogía una manta y se la echaba por encima, como si fuera el protagonista contrahecho de El jorobado de Notre-Dame. Sin duda, algo tuvo que ver el abstraerse de servidumbres tan elementales en el hecho de que escribiera tan prolíficamente: llegó a escribir 18.000 páginas sólo con sus novelas. Así que, después de todo, se lo perdonamos.

Además, lo de andar desnudo para trabajar parece que es algo que afecta particularmente a las actores porno y a los escritores. Porque, de hecho, también encontraban la inspiración como Dios los trajo al mundo Ernest Hemingway, el borrachuzo autor de El viejo y el mar; Rimbaud, que pasaba días enteros sin ocuparse de su higiene personal, escribiendo a veces desnudo, o D. H. Lawrence. Éste último, antes de sentarse a escribir, solía salir al campo sin nada de ropa y trepar por las moreras que había cerca de su casa, en plan Tarzán en el Edén. Nimiedades si echamos un vistazo a las innumerables formas en las que los autores perseguían la inspiración.

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