Experiencias míticas

La fantasía tiene un nombre, Ray Harryhausen

Acaba de morir un trozo de fantasía del cine, esa que dota al séptimo arte con la capacidad de soñar, de vivir aventuras en otro mundo muy lejano al nuestro, cada vez peor. Ray Harryhausen empezó a soñar cuando con 13 años vio una película titulada ‘King Kong’ (Merican C. Cooper & Ernest Shoedsack, 1933), todo un hito en el cine fantástico y de aventuras que le cambió la vida para siempre, y más tarde la de un importante número de espectadores y cinéfilos. Enseguida se interesó por el mundo de los efectos especiales, la stop motion y los dinosaurios, a los que dedicó todo su tiempo libre.

Primero empezaría en su casa, alentado por sus padres que le ayudarían en la costrucción de alguna de sus maquetas, y conocería a otro niño de su edad, un tal Ray Bradbury, también con una gran capacidad para soñar. Ambos se declararían amistad eterna, juntos idearían historias y conseguirían la fama en campos muy distintos. Harryhausen demostría la importancia de la imaginación para hacer criaturas y llamaría la atención del ténico de efectos especiales Willis O´Brien quien le dio varios consejos —entre otras cosas le recomendó tomar clases de dibujo y amplar sus conocimientos de anatomía animal— y también la primera oportunidad de trabajar en los efectos de una película, algo que para Harryhausen ya sería cumplir un sueño.

La película en cuestión era ‘El gran gorila’ (Ernes B. Shoedsack, 1949), una producción de John Ford que intentaba repetir el éxito del mítico King Kong en un producto con un tono más familiar, y que se hizo con el Oscar a los mejores efectos especiales. Tras una serie de cortos llegaría el pulpo gigante de sólo seis tentáculos —para evitar ciertos problemas técnicos, y aunque la crítica se fijó en ello jamás fue visto como un fallo— que destrozaba el Golden Gate en la algo olvidada ‘Surgió del fondo del mar’ (‘It Cames From Beneath the Sea’, Robert Gordon, 1955), y el monstruo venusiano de ’20 Million Miles to Earth’ (Nathan Juran, 1957).

Harryhausen empezaría a formar parte de la producción de las películas en las que participaría, lo cual le daba sin duda una mayor libertad creativa. ‘Simbad y la princesa’ (‘The 7th Voyage of Sinbad’, Nathan juran, 1958) es una de las cumbres de la fantasía, y la contribución de Harryhausen fue vital para ello. Su imaginación empezaba a no tener límites y creaciones como la del cíclope son de las más recordadas de su trabajo, el cual no sólo impactó a los espectadores de la época, sino que influyó de forma poderosa en directores muy conocidos hoy día. ¿Qué sería de algunas películas de James Cameron, Spielberg o Peter Jackson si nunca hubiese existido alguien como Ray Harryhausen? Pues creaciones como la del primer Terminator mecánico jamás hubiesen tenido lugar.

Puede que algunas de las películas en las que Ray Harryhausen metió la mano no tengan una gran calidad —personalmente no tengo predilección por ‘Furia de titanes’ (‘Clash or the Titans, Desmond Davies, 1981)—, y otras sin duda rozan la excelencia —‘Jason y los argonautas’ (‘Jason and the Argonauts’, Don Chaffey, 1963) es un claro ejemplo, puro derroche de fantasía—, pero en todas y cada una de ellas destaca sobremanera el trabajo de un hombre que nos hizo partícipes de sus sueños de cine, y que a día de hoy su visión ridiculiza en parte a muchos de los efectos digitales que pueblan las películas en una competición por la perfección pero faltos de alma, o si se quiere ser menos trascendental, de personalidad.

Ray Harryhausen no morirá nunca porque consiguió el más grande los sueños, que le recuerden siempre.

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Comentarios

  1. Comentario by ¿Tendremos que ver 'La mula' en la mula? - mayo 16, 2013 01:53 pm

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  2. Comentario by Rápidos, furiosos y taquilleros - mayo 23, 2013 11:01 am

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